Saturday, April 16, 2011

Unas lecciones de la reforma económica rusa que hay que evitar

Por Vlad Ivanenko
La reforma de la Rusia pasados los años 1992-8 ofrece lecciones importantes para otro país con la economía planificada, como Cuba; habría que tomar en cuenta su sistema económico reajustado. En este artículo discutiremos las causas principales de la reforma, examinaremos suposiciones hechas y sus consecuencias imprevistas por parte de los reformistas rusos, y sugeriremos algunas estrategias alternativas que podrían aumentar su eficiencia.

1. Las causas principales de la reforma rusa
Existe un acuerdo general que la situación de decadencia en que se encontraba aquella Unión Soviética hizo indispensable una reforma económica. Sin embargo, a pesar de debates incesantes en este tema, los economistas todavía no concluyeron qué factores habría necesitado.
Parece que causas externas como la derrota del país en la guerra fría no presentan razón suficiente para explicar el cambio del sistema soviético. Al contrario, él se había preparado a propósito a sobrevivir en un medio adversario y su economía podía producir fácilmente dispositivos de guerra. «Sabemos preparar cohetes como salchichas», le gustaba decir al líder soviético Nikita Jrushchov en 1962. En cambio, el país tenía dificultad para producir productos de consumo privado y por una buena razón.
En virtud de la definición, el fin principal del socialismo es la satisfacción de las necesidades sociales. Para suministrar bienes públicos la sociedad instituye una agencia central encargada de efectuar los proyectos aprobados por el elector medio.[1] Esta agencia planifica la continuación de las tareas y concede recursos necesarios para las empresas públicas. Precisando tareas hacia adelante, la sociedad evita la pérdida de los recursos a causa de la duplicación y del tiempo a causa del retraso ineludibles en una economía de mercado.[2] Pero la estabilidad inherente al sistema planificado no llega sin coste: tal sistema no posee la sensibilidad que necesita para reaccionar a las demandas espontáneas de los consumidores privados.
Existe amplia evidencia de que la Unión soviética consiguió cumplir con los bienes públicos tal como la defensa nacional porque el ejército soviético fue percibido uno de los mejores del mundo. El país fijaba los buenos sistemas de cuidados médicos y de educación disponibles para todas las capas de la población. Y, desde luego, sus investigadores de las ciencias fundamentales (por ejemplo, en exploración espacial o en física nuclear) producían resultados que ganaban al país una reputación mundial.
La brecha entre la producción de los bienes públicos y de los artículos privados que URSS realizaba no habría producido confusión mientras que su población sostenga la idea de igualitarismo para que su sistema económico mantenga la estabilidad. He aquí un problema.
Desde los primeros días después de la revolución de 1917 sus partidarios se enfrentaban a la necesidad de dar respuesta a las incitaciones a los empleados de las empresas nacionalizadas y a los funcionarios. Durante la guerra civil ellos justificaron requisiciones de fuerza contingente para productos comestibles y productos industriales como la medida provisional. El fin de guerra en 1920 y, sobre todo, la Rebelión de Kronstadt en 1921 (durante la cual los marinos rojos pidieron la explicación de las razones para tales requisiciones, o sea, la toma de productos por la fuerza sin pago debido a emergencia) empujaba al régimen bolchevique a buscar otra forma de remuneración. Después de un flirteo corto con la economía dual donde los sectores público y privado coexistían, el gobierno no pudo encontrar otra forma de recompensa sólo en forma de artículos materiales y servicios suministrados por el Estado. Inevitablemente para el sistema jerárquico, esta decisión reintroducía la desigualdad en el medio social prevista como otra medida "transitoria". En esta perspectiva, las purgas estalinistas representaban otro mecanismo que contenía la corrupción entre las filas más altas en la escalera y, por su misma brutalidad, justificaba la brecha entre el objetivo de igualdad depositado por el partido comunista y el acceso a consumibles privilegiado.
Habiendo denunciado «abusos del poder» cometidos por Stalin, sin querer Jrushchov había activado un proceso que arrastraba a la legitimación de remuneración desigual. De este modo el nomenklatura, o las altas filas de la burocracia soviética, ganaba el privilegio de guardar de por vida el mantenimiento preferible suministrado por el Estado según su nivel en la jerarquía administrativa. Luego, la idea de «sobrepasar a los Estados Unidos en su consumo privado» propuesto por Jrushchov como "revolucionario" al principio de los años 1960 había caído sobre un suelo fértil: El nomenklatura sentía que les daba uno pretexto conveniente para mejorar su propia vida.
Elevando al nivel de los objetivos estatales, el fin de agrandar el consumo privado creaba un conflicto sistemático en la economía socialista. Siendo diseñada para producir bienes públicos, ésta tenía otros indicadores para medir la «satisfacción de los consumidores» que los de cantidad. De este hecho los planificadores soviéticos buscaban ideas a partir de los efectos del funcionamiento de las economías de sus competidores que saben qué hacer y, cómo es debido para los imitadores, pero no lo lograron. Frustrado, el gobierno taponaba la brecha entre los planes y su realización con la importación de los artículos consumibles.[3] En consecuencia, a partir de los años 1960 URSS desarrollaba la dependencia del comercio internacional donde el país ocupaba el sitio de abastecedor a materias primas como en petróleo y, más tarde, en gas natural.
Cuando Mijaíl Gorbachov había llegado al poder en 1985, el país ya estaba rehaciéndose. Su economía se había desdoblado en partes que servían al mercado interno y al mercado mundial. El nomenklatura, esta “flor de la nación” rusa, desarrollaba una inclinación para todas las cosas occidentales. Los empleados desencantados de antiguos ideales socialistas no se oponían más a los cambios. Faltaba sólo un acontecimiento final que hiciera volcar el país hacia la reforma. Hubo dos. Primero, la caída de los precios del petróleo desde 1986 despojó al Estado de los medios para pagar por la importación, agravando la penuria de los productos y de los artículos de amplio consumo. En segundo lugar, “la ofensiva encantadora” por el presidente americano Ronald Reagan, que de improviso había concedido en 1988 su apoyo al programa de desarme, hizo irrelevante el complejo poderoso industrial-militar soviético que hasta el presente había bloqueado cambios económicos.
Pues, podemos decir que es la brecha entre la idea de la igualdad y la realidad del acceso desigual al consumo privado la que ha hecho que la Unión Soviética, primero, emprendiera una competencia contra los países del bloque atlántico en materia de consumo privado y, después de sufrida la derrota, reemplazara su sistema planificado con el de un mercado libre.[4]

2. El desarrollo de la reforma rusa y sus consecuencias imprevistas
Era la situación donde Rusia se encontraba en 1991. Meditando sobre la pregunta “¿cómo hacer?” los reformistas rusos buscaban la opinión de la comunidad mundial que ellos han encontrado en el conjunto de las políticas conocidas por el nombre del Consenso de Washington. Ya que su efectuación precipitaba la mudanza profunda de todos los rasgos de la vida económica rusa, dejando de considerar las suposiciones de esta teoría.
El Consenso de Washington que dominaba la ciencia económica al principio de los años 1990 ha sido desarrollado por acreedores mundiales para recuperar lo antes posible los préstamos entregados a los países en cesación de pagos de su deuda externa (default de soberanía). Esta política comprendía diez principios que se exigió a deudores si ellos querían conseguir una posposición de sus pagos, aunque ella contenga una provisión para el aumento de los gastos públicos hacia sectores que ofrecían un retorno fuerte y económico sobre las inversiones (como cuidados médicos de base, educación primaria y gastos de infraestructura), ella recalcaba tres coacciones principales. Primero, el gobierno receptor asumía eliminar algunas regulaciones del mercado y de privatizar empresas públicas. En segundo lugar, él debía restringir su papel en la vida económica. Particularmente, el gobierno renuncía a controlar comercio exterior y tipo de interés. Finalmente, éste ha tomado la obligación de mantener un presupuesto balanceado que no incluya gastar más de lo que recibe en ingresos fiscales y préstamos extranjeros.
Ya que el nuevo estado, Rusia, al principio de 1992 estaba dispuesto a caer en quiebra, parecía normal aplicar sobre él los estándares desarrollados un poco antes para los países deudores latinoamericanos. Se esperaba también que el país se beneficiara particularmente de este programa, debido a la gran ineficiencia presumiblemente acumulada en su economía. Sin embargo, la realidad resultó diferir significativamente de esta expectativa y a continuación la razón. 
El liberalismo recalca al individuo como la fuerza primordial de desarrollo económico. Provisto de información privada que le permite percibir oportunidades provechosas más débiles,  también es incapaz de esconderlas después de su descubrimiento, este héroe del sistema liberal deja la economía crecer sin que elle sea posteriormente monopolizada. Sin embargo esta visión supone una economía que ofrece sólo beneficios marginales por lograr.
Es sorprendente que los reformistas dejen pasar la incoherencia y  la ineficiencia supuestamente grande derivada de la economía soviética muy diferente de su estado teórico. Esta incoherencia invalidaba la utilización del modelo liberal en Rusia, particularmente, en lo que concernía a la privatización de las industrias-llaves. Los reformistas habrían podido contemplar el alcance de las ocasiones a enriquecerse rápidamente ofrecidas por la privatización, sobre todo las del sector de exportación, que atraerían los grupos organizados en lugar de los individuos, incluso al mundo criminal.
A pesar de la proposición de que Rusia no tuvo otro recurso que la privatización para aumentar producción, había otras alternativas. Uno debe notar que el crecimiento de la  productividad depende más de los incentivos de los empleados que del modo de propiedad para sus firmas, hecho que los planificadores soviéticos descubrieron más temprano. Siendo incapaces para planear más allá que para una variedad limitada de productos, ellos dejaron firmas excepto aquellas que ellos consideraron ser más importantes (perteneciendo al complejo militar industrial o los exportadores para los países desarrollados) para organizar sus negocios de la manera más conveniente para ellos. Por esto, muchas firmas soviéticas tuvieron algún grado de libertad para escoger sus planes y sus propios incentivos antes de que la agencia planificadora fuera disuelta en 1992.
La gran privatización siguió en años 1994-6 y durante el período provisional los antiguos directores "rojos" tenían tiempo de adaptarse a la nueva situación. Entonces, ellos controlaban sus empresas casi a voluntad pero, en cambio, el Estado no los protegía más contra funcionarios inescrupulosos antes de supervisarlos, elegidos locales acribillados de deudas públicas y toda la demás gente que se regocijaba de pescar en agua turbia. De este modo se manifestó la nueva estructura del control pero ninguna propiedad sobre empresas rusas. La manera oscura en la que fue desarrollada se mostraba en sus rasgos inherentes a una economía fracturada: la criminalización de la vida económica, la corrupción endémica y el déficit presupuestario que trajo el país al defecto soberano en 1998. Examinemoslos uno por uno ya que aumentaron en conjunto y ellos acosan Rusia hasta aquí.
Primero, cuando el Estado dejaba las empresas funcionar fuera de su control, eran sus flujos monetarios (así como la liquidación de sus activos) que atraían a los competidores para el gran patrimonio soviético. La oscuridad legal los favorecía. Las personas que controlaban las empresas establecieron una doble contabilidad. Numerosas empresas registradas en locales extraterritoriales servían de intermediarios a través de los cuales pasaban flujos monetarios de las empresas siempre públicas. Sus activos más rentables fueron vendidos a las sociedades de un origen confuso por una bicoca. Tales tácticas permitían a les dirigentes hacerse los nuevos ricos rusos (y de privar el Estado de los recursos fiscales) pero, en cambio, esto los exponían al chantaje de aquellos que conocían sus secretos. La ambigüedad situacional influía sobre relaciones entre las empresas. Haciendo frente a la derogación difundida según los contratos, los clientes tanto como abastecedores buscaban los métodos para ajustar sus problemas económicos de manera ilícita. La desconfianza mutua creaba la demanda a la cual, después de todo, el sistema de justicia penal rusa reaccionó desdoblándose en partes oficiales e ilícitas con la frontera indecisa entre las dos.
Los funcionarios habían comprendido pronto que era más ventajoso servir sus propios intereses que los del Estado. Siendo confuso al principio por las nuevas reglamentaciones, ellos habían aprendido a utilizarlas para sus propios fines. Pero para comprender el crecimiento de la corrupción administrativa en Rusia, hay que discernir entre dos tipos de privatización en este país.
Más arriba dijimos que la economía del período soviético implicaba el sector de exportación así como todo el resto. Justo las empresas que ganan las monedas fuertes al antiguo régimen que presentaban el gran precio disputado por las filas más altas del  nomenklatura. El beneficio que ellos buscaban consistía en una brecha entre el valor local del petróleo crudo y su valor en el extranjero así como en aumento de su exportación a costa del consumo en Rusia. Otros productos de base cuyo valor fue subestimado en la Unión Soviética, como la de los metales, siguieron el mismo camino en el extranjero. Fortificando la frontera entre el sector de exportación y de todo el resto, la economía rusa estaba adquiriendo los rasgos primordiales de una economía enclave: el país se dividió en mitades y no-mitades, y con este fraccionamiento se dio la huida de capitales nacionales en el extranjero y la dependencia de su bienestar de la situación en mercados exteriores.
El debilitamiento de los lazos entre ambos sectores hizo fragmentar el resto de la economía. Probando la penuria de las materias primas y bienes consumibles, muchas regiones resolvieron prohibir vender fuera de sus límites. De este hecho, ellos fundaron pequeños monopolios cuyos beneficios pudieron ser apropiados por los que los controlaban. Como es debido en la economía monopolizada, el aumento de un precio después de otro ponía en ejecución la espiral inflacionista. Cuando el Banco Central ruso intentaba controlarlo utilizando la contracción monetaria, las otras empresas exportadoras sintieron la estrangulación del crédito tan severa que las forzaba a practicar el trueque.
Este desarrollo tocó al fisco que podía reunir sólo una mezcla de los productos ofrecidos por empresas en lugar de los impuestos. Además, la incertidumbre de la transición influía sobre el presupuesto del Estado que sintió una caída profunda de las rentas fiscales (en forma monetaria) precipitando cortes presupuestarios. Era particularmente duro para los funcionarios que servían a la población general como médicos o profesores así como jubilados cuya renta real caía. Entonces, la calidad de los servicios médicos y educativos disminuyó mientras que el índice de mortalidad llameó.
Aunque se pueda identificar sólo una causalidad múltiple aquí, el informe presentado más arriba pone el dedo en el cambio del modo de propiedad que, siendo ampliada por el énfasis sobre el consumo privado, inició la ruptura del tejido social ruso con todas las repercusiones ulteriores. Cómo se podría hacer la reforma para minimizar los efectos perniciosos alcanzando sus objetivos al mismo tiempo, es de lo que vamos a hablar.

3. Unas estrategias alternativas que los reformistas rusos dejaron escapar
Si hay una sola lección de la transformación rusa para recordar, es la del peligro que la ruptura del tejido social presenta para el funcionamiento de la nación. La sociedad mantiene su estabilidad gracias a las normas que se desarrollan poco a poco asegurando su compatibilidad a largo plazo, y según las cuales los miembros coordinan sus actividades. Pues, una revisión radical o rápida del sistema puede estremecerlos incitando su perturbación.
Otro argumento a favor de una reforma progresiva tiene informe en la concordancia entre su velocidad y la facultad de la población para adaptarse a eso. Encontrándose en un medio desconocido, la gente se acostumbra a él desigualmente. Hay los que reaccionan rápidamente a las nuevas circunstancias y que, sin escrupulos se aprovechan de ello, los utilizaban a costa de la gente que continúa viviendo según las antiguas costumbres. Para ganar la confianza comunitaria, hace falta que la reforma comience desde tales cambios, los cuales son aceptables para el hogar promedio.
Según las encuestas sociológicas la mayoría de la población se interesa sólo por las necesidades locales que indican que éstos deban estar en la base de la reforma, con dos modos de obrar posibles. Si las demandas regionales son homogéneas y de este hecho comunes de todo el país, se atienden aplicando los reglamentos centrales. A este dominio pertenecen las demandas atadas al apoyo del orden público, a los cuidados médicos de base o a la enseñanza primaria. Otras exigencias públicas pueden estar satisfechas sobre el terreno porque no existe, por ejemplo, ninguna especialización regional en el mercado común que sea satisfactoria para todas las regiones.
Teóricamente, este arreglo es hasta más ventajoso gracias a dos argumentos. Primero, él introduce elementos de la competencia sin rivalidad entre los municipios igualmente a la que se observa entre los monopolios naturales en el sistema planificado.[5] En segundo lugar, la diversidad regional estimula la mudanza de los trabajadores y otros factores productivos mobiliarios hacia la plaza donde su utilización es la más eficaz. Sin embargo, la movilidad de la población no crece cuando el coste queda inadmisible para trasladar el trabajo y los fondos. Se hará frente a la fragmentación de un gran monopolio de Estado con pequeños monopolios locales.
La experiencia rusa pone de relieve la importancia de mantener el statu quo con respecto al control que ejercen los funcionarios y los gerentes sobre las empresas públicas. La reglamentación contradictoria puede enviarles señales falsas en particular en cuanto a la privatización eventual. Compartiendo el haz de los derechos asociados con la empresa, impedimos que la sociedad se zambulla en la lucha desastrosa todos contra todos. Por ejemplo, ofreciéndose el usufructo sobre establecimientos del Estado a los gerentes actuales, les incitamos a aumentar su rendimiento porque comparten sus beneficios industriales y comerciales. Si el derecho de vender los activos de las empresas falta a sus gerentes, no hay ninguna razón para que éstos comprometan la competencia sobre su propiedad, lo que cuesta caro a la sociedad. La partición de los derechos pone todo el valor de las inversiones efectuadas por la nación sobre la disposición de los miembros que tienen más el derecho de poseerlas como los jubilados.
La descentralización contemplada por la reforma descrita más arriba levanta la barra de la calidad de maquinaria administrativa. Concediéndoles a los funcionarios la toma de las decisiones más diversas, la reforma favorece las ocasiones para que ellos las aprovechen. Para contener la corrupción la teoría económica aconseja aumentar el salario de los funcionarios, pero esta solución podría fallar. Para neutralizar su tentación de tomar propinas, hay que separar su remuneración en dos partes, una en la que ellos ganarían al quedarse de buena fe hasta el fin de su carrera. Si el funcionario acumula el pago hipotecario pagado por el Estado, su despido causado por una prevaricación, ésta le desposeería la vivienda siempre que sería suministrada por el Estado, impediría la progresión de la corrupción. La segunda parte es una compensación regular usada para pagar los gastos del día a día.
La última lección de la reforma se refiere a la sutileza que las regiones deben mostrar empleando todos los recursos de su dominio. En la transición es habitual observar que muchos de los antiguos fondos capitales y la destreza de ciertos empleados quedan desempleados a largo plazo y hasta para siempre. A menudo encontramos un paro que proviene de las limitaciones de poder adquisitivo que prueban sus consumidores. En las economías locales de tales limitaciones son frecuentes los círculos en que el consumidor de un abastecedor es a su vez el abastecedor de alguien más, etcétera. Para reabrir estos círculos viciosos podríamos utilizar el intercambio de los bienes conocido bajo el nombre de trueque pero utilizado en un cierto sentido más general. He aquí la técnica probada en Rusia. Ciertas empresas que forman el núcleo de una economía local (como las redes eléctricas, de gas natural o de telecomunicación), si sus abastecedores tanto como sus clientes hacían frente al estrechamiento del crédito monetario, ellos se sirven de sus efectos de comercio como medios locales de pago. De este modo los efectos de comercio se hacían la moneda de una red de la que los miembros la utilizaban para las operaciones de clearing. Igualmente, los bancos establecidos por las administraciones regionales podían jugar el mismo papel circulando los billetes del fisco local que las empresas podrían pagar en lugar de impuestos.
Este estudio concierne sólo a los problemas del período transitorio, hay otros que se refieren a la reforma misma. Entre éstos resulta la elección de un nuevo modelo económico. La tendencia general entre los reformadores es seguir un modelo probado en otro lugar, la tendencia que los empuja a quedarse con las ideas obsoletas.   Allí pertenece el modelo del crecimiento económico favorecido por las exportaciones. El país que lo practica conseguiría cerrar la brecha con su copartícipe más próspero pero a costa de su identidad ya que debería adaptar su vida según las preferencias de su socio principal comercial. Haciendo esto, el país acepta los riesgos asociados con la economía de su importador, lo que descubrieron varias naciones. Por ejemplo, el derrumbamiento de la Unión Soviética influyó seriamente en la Finlandia que había adaptado su economía para servir las necesidades de su gran vecino. En consecuencia ella buscaba a otro copartícipe quien encontró en la Unión Europea, pero la aceptación de sus reglas, conocidos bajo el nombre del Acquis communautaires, le costaba caro. Pues, un país que no ambiciona tener su propio modo de vida haría mejor al buscar el patrocinio de una nación culturalmente próxima.
He aquí un bosquejo corto de la reforma rusa y sus consecuencias imprevistas. Aunque esto sea sólo un esbozo breve del gran acontecimiento que se celebraba de manera espectacular durante varios años, él sensibiliza al público en los problemas atados a la reforma de una economía planificada.


El autor, el doctor en ciencia económica, es economista principal del Ministerio de los recursos naturales de Canadá. El artículo gozó de las observaciones y de la corrección de Christian Martin-Llames y Enrique Acuña. Las opiniones expresados por el autor no representan necesariamente a los de su empleador. El correo electrónico para correspondencia es ivanenko60@yahoo.com
[1] Esta proposición es válida a condición de que la sociedad sea democrática. Bajo el régimen autoritario están las personas en el poder quienes determinan los objetivos perseguidas por los planificadores.
[2] Mire a Bolton y Farrell (1990), "Decentralization, Duplication and Delay" (Descentralización, duplicación y demora).
[3] Observando el acercamiento de los objetivos perseguidos por los gobiernos socialistas y capitalistas en los años 1960 el físico Andréi Sájarov, ganador del Premio Nóbel de la paz, concluyó que ambos sistemas estaban convergiendo.
[4] Encontramos con sus propios motivos la razón por la cual se atraían los dirigentes del país en esta competencia pero ¿ellos podrían proseguir otra carrera? Es interesante anotar que los ideólogos comunistas venían a una política alternativa del "hombre soviético" o sea aquello que se refiere a la formación de la persona para el que el bienestar público vale más que su consumo privado. Esta idea no es tan utópica como pensamos. Ciertos estudios sociológicos encuentran que la persona informa solamente un aumento débil de su felicidad después de haber alcanzado un nivel de consumo privado. Por ejemplo, Veenhoven (2004, gráfico 7), "Sustainable consumption and happiness" (El consumo duradero y la felicidad) muestra que el valor subjetivo de felicidad si es relaciondo al nivel de 15 millares de dólares americanos al año. Pues, el fracaso que bolchevikes sufrían fue debido claramente a la pobreza de la población rusa después de la revolución.
[5] Mire a Shleifer (1985) “A Theory of Yardstick Competition” (La teoría de la competencia por la medida).

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