Saturday, April 16, 2011

Unas lecciones de la reforma económica rusa que hay que evitar

Por Vlad Ivanenko
La reforma de la Rusia pasados los años 1992-8 ofrece lecciones importantes para otro país con la economía planificada, como Cuba; habría que tomar en cuenta su sistema económico reajustado. En este artículo discutiremos las causas principales de la reforma, examinaremos suposiciones hechas y sus consecuencias imprevistas por parte de los reformistas rusos, y sugeriremos algunas estrategias alternativas que podrían aumentar su eficiencia.

1. Las causas principales de la reforma rusa
Existe un acuerdo general que la situación de decadencia en que se encontraba aquella Unión Soviética hizo indispensable una reforma económica. Sin embargo, a pesar de debates incesantes en este tema, los economistas todavía no concluyeron qué factores habría necesitado.
Parece que causas externas como la derrota del país en la guerra fría no presentan razón suficiente para explicar el cambio del sistema soviético. Al contrario, él se había preparado a propósito a sobrevivir en un medio adversario y su economía podía producir fácilmente dispositivos de guerra. «Sabemos preparar cohetes como salchichas», le gustaba decir al líder soviético Nikita Jrushchov en 1962. En cambio, el país tenía dificultad para producir productos de consumo privado y por una buena razón.
En virtud de la definición, el fin principal del socialismo es la satisfacción de las necesidades sociales. Para suministrar bienes públicos la sociedad instituye una agencia central encargada de efectuar los proyectos aprobados por el elector medio.[1] Esta agencia planifica la continuación de las tareas y concede recursos necesarios para las empresas públicas. Precisando tareas hacia adelante, la sociedad evita la pérdida de los recursos a causa de la duplicación y del tiempo a causa del retraso ineludibles en una economía de mercado.[2] Pero la estabilidad inherente al sistema planificado no llega sin coste: tal sistema no posee la sensibilidad que necesita para reaccionar a las demandas espontáneas de los consumidores privados.
Existe amplia evidencia de que la Unión soviética consiguió cumplir con los bienes públicos tal como la defensa nacional porque el ejército soviético fue percibido uno de los mejores del mundo. El país fijaba los buenos sistemas de cuidados médicos y de educación disponibles para todas las capas de la población. Y, desde luego, sus investigadores de las ciencias fundamentales (por ejemplo, en exploración espacial o en física nuclear) producían resultados que ganaban al país una reputación mundial.
La brecha entre la producción de los bienes públicos y de los artículos privados que URSS realizaba no habría producido confusión mientras que su población sostenga la idea de igualitarismo para que su sistema económico mantenga la estabilidad. He aquí un problema.
Desde los primeros días después de la revolución de 1917 sus partidarios se enfrentaban a la necesidad de dar respuesta a las incitaciones a los empleados de las empresas nacionalizadas y a los funcionarios. Durante la guerra civil ellos justificaron requisiciones de fuerza contingente para productos comestibles y productos industriales como la medida provisional. El fin de guerra en 1920 y, sobre todo, la Rebelión de Kronstadt en 1921 (durante la cual los marinos rojos pidieron la explicación de las razones para tales requisiciones, o sea, la toma de productos por la fuerza sin pago debido a emergencia) empujaba al régimen bolchevique a buscar otra forma de remuneración. Después de un flirteo corto con la economía dual donde los sectores público y privado coexistían, el gobierno no pudo encontrar otra forma de recompensa sólo en forma de artículos materiales y servicios suministrados por el Estado. Inevitablemente para el sistema jerárquico, esta decisión reintroducía la desigualdad en el medio social prevista como otra medida "transitoria". En esta perspectiva, las purgas estalinistas representaban otro mecanismo que contenía la corrupción entre las filas más altas en la escalera y, por su misma brutalidad, justificaba la brecha entre el objetivo de igualdad depositado por el partido comunista y el acceso a consumibles privilegiado.
Habiendo denunciado «abusos del poder» cometidos por Stalin, sin querer Jrushchov había activado un proceso que arrastraba a la legitimación de remuneración desigual. De este modo el nomenklatura, o las altas filas de la burocracia soviética, ganaba el privilegio de guardar de por vida el mantenimiento preferible suministrado por el Estado según su nivel en la jerarquía administrativa. Luego, la idea de «sobrepasar a los Estados Unidos en su consumo privado» propuesto por Jrushchov como "revolucionario" al principio de los años 1960 había caído sobre un suelo fértil: El nomenklatura sentía que les daba uno pretexto conveniente para mejorar su propia vida.
Elevando al nivel de los objetivos estatales, el fin de agrandar el consumo privado creaba un conflicto sistemático en la economía socialista. Siendo diseñada para producir bienes públicos, ésta tenía otros indicadores para medir la «satisfacción de los consumidores» que los de cantidad. De este hecho los planificadores soviéticos buscaban ideas a partir de los efectos del funcionamiento de las economías de sus competidores que saben qué hacer y, cómo es debido para los imitadores, pero no lo lograron. Frustrado, el gobierno taponaba la brecha entre los planes y su realización con la importación de los artículos consumibles.[3] En consecuencia, a partir de los años 1960 URSS desarrollaba la dependencia del comercio internacional donde el país ocupaba el sitio de abastecedor a materias primas como en petróleo y, más tarde, en gas natural.
Cuando Mijaíl Gorbachov había llegado al poder en 1985, el país ya estaba rehaciéndose. Su economía se había desdoblado en partes que servían al mercado interno y al mercado mundial. El nomenklatura, esta “flor de la nación” rusa, desarrollaba una inclinación para todas las cosas occidentales. Los empleados desencantados de antiguos ideales socialistas no se oponían más a los cambios. Faltaba sólo un acontecimiento final que hiciera volcar el país hacia la reforma. Hubo dos. Primero, la caída de los precios del petróleo desde 1986 despojó al Estado de los medios para pagar por la importación, agravando la penuria de los productos y de los artículos de amplio consumo. En segundo lugar, “la ofensiva encantadora” por el presidente americano Ronald Reagan, que de improviso había concedido en 1988 su apoyo al programa de desarme, hizo irrelevante el complejo poderoso industrial-militar soviético que hasta el presente había bloqueado cambios económicos.
Pues, podemos decir que es la brecha entre la idea de la igualdad y la realidad del acceso desigual al consumo privado la que ha hecho que la Unión Soviética, primero, emprendiera una competencia contra los países del bloque atlántico en materia de consumo privado y, después de sufrida la derrota, reemplazara su sistema planificado con el de un mercado libre.[4]

2. El desarrollo de la reforma rusa y sus consecuencias imprevistas
Era la situación donde Rusia se encontraba en 1991. Meditando sobre la pregunta “¿cómo hacer?” los reformistas rusos buscaban la opinión de la comunidad mundial que ellos han encontrado en el conjunto de las políticas conocidas por el nombre del Consenso de Washington. Ya que su efectuación precipitaba la mudanza profunda de todos los rasgos de la vida económica rusa, dejando de considerar las suposiciones de esta teoría.
El Consenso de Washington que dominaba la ciencia económica al principio de los años 1990 ha sido desarrollado por acreedores mundiales para recuperar lo antes posible los préstamos entregados a los países en cesación de pagos de su deuda externa (default de soberanía). Esta política comprendía diez principios que se exigió a deudores si ellos querían conseguir una posposición de sus pagos, aunque ella contenga una provisión para el aumento de los gastos públicos hacia sectores que ofrecían un retorno fuerte y económico sobre las inversiones (como cuidados médicos de base, educación primaria y gastos de infraestructura), ella recalcaba tres coacciones principales. Primero, el gobierno receptor asumía eliminar algunas regulaciones del mercado y de privatizar empresas públicas. En segundo lugar, él debía restringir su papel en la vida económica. Particularmente, el gobierno renuncía a controlar comercio exterior y tipo de interés. Finalmente, éste ha tomado la obligación de mantener un presupuesto balanceado que no incluya gastar más de lo que recibe en ingresos fiscales y préstamos extranjeros.
Ya que el nuevo estado, Rusia, al principio de 1992 estaba dispuesto a caer en quiebra, parecía normal aplicar sobre él los estándares desarrollados un poco antes para los países deudores latinoamericanos. Se esperaba también que el país se beneficiara particularmente de este programa, debido a la gran ineficiencia presumiblemente acumulada en su economía. Sin embargo, la realidad resultó diferir significativamente de esta expectativa y a continuación la razón. 
El liberalismo recalca al individuo como la fuerza primordial de desarrollo económico. Provisto de información privada que le permite percibir oportunidades provechosas más débiles,  también es incapaz de esconderlas después de su descubrimiento, este héroe del sistema liberal deja la economía crecer sin que elle sea posteriormente monopolizada. Sin embargo esta visión supone una economía que ofrece sólo beneficios marginales por lograr.
Es sorprendente que los reformistas dejen pasar la incoherencia y  la ineficiencia supuestamente grande derivada de la economía soviética muy diferente de su estado teórico. Esta incoherencia invalidaba la utilización del modelo liberal en Rusia, particularmente, en lo que concernía a la privatización de las industrias-llaves. Los reformistas habrían podido contemplar el alcance de las ocasiones a enriquecerse rápidamente ofrecidas por la privatización, sobre todo las del sector de exportación, que atraerían los grupos organizados en lugar de los individuos, incluso al mundo criminal.
A pesar de la proposición de que Rusia no tuvo otro recurso que la privatización para aumentar producción, había otras alternativas. Uno debe notar que el crecimiento de la  productividad depende más de los incentivos de los empleados que del modo de propiedad para sus firmas, hecho que los planificadores soviéticos descubrieron más temprano. Siendo incapaces para planear más allá que para una variedad limitada de productos, ellos dejaron firmas excepto aquellas que ellos consideraron ser más importantes (perteneciendo al complejo militar industrial o los exportadores para los países desarrollados) para organizar sus negocios de la manera más conveniente para ellos. Por esto, muchas firmas soviéticas tuvieron algún grado de libertad para escoger sus planes y sus propios incentivos antes de que la agencia planificadora fuera disuelta en 1992.
La gran privatización siguió en años 1994-6 y durante el período provisional los antiguos directores "rojos" tenían tiempo de adaptarse a la nueva situación. Entonces, ellos controlaban sus empresas casi a voluntad pero, en cambio, el Estado no los protegía más contra funcionarios inescrupulosos antes de supervisarlos, elegidos locales acribillados de deudas públicas y toda la demás gente que se regocijaba de pescar en agua turbia. De este modo se manifestó la nueva estructura del control pero ninguna propiedad sobre empresas rusas. La manera oscura en la que fue desarrollada se mostraba en sus rasgos inherentes a una economía fracturada: la criminalización de la vida económica, la corrupción endémica y el déficit presupuestario que trajo el país al defecto soberano en 1998. Examinemoslos uno por uno ya que aumentaron en conjunto y ellos acosan Rusia hasta aquí.
Primero, cuando el Estado dejaba las empresas funcionar fuera de su control, eran sus flujos monetarios (así como la liquidación de sus activos) que atraían a los competidores para el gran patrimonio soviético. La oscuridad legal los favorecía. Las personas que controlaban las empresas establecieron una doble contabilidad. Numerosas empresas registradas en locales extraterritoriales servían de intermediarios a través de los cuales pasaban flujos monetarios de las empresas siempre públicas. Sus activos más rentables fueron vendidos a las sociedades de un origen confuso por una bicoca. Tales tácticas permitían a les dirigentes hacerse los nuevos ricos rusos (y de privar el Estado de los recursos fiscales) pero, en cambio, esto los exponían al chantaje de aquellos que conocían sus secretos. La ambigüedad situacional influía sobre relaciones entre las empresas. Haciendo frente a la derogación difundida según los contratos, los clientes tanto como abastecedores buscaban los métodos para ajustar sus problemas económicos de manera ilícita. La desconfianza mutua creaba la demanda a la cual, después de todo, el sistema de justicia penal rusa reaccionó desdoblándose en partes oficiales e ilícitas con la frontera indecisa entre las dos.
Los funcionarios habían comprendido pronto que era más ventajoso servir sus propios intereses que los del Estado. Siendo confuso al principio por las nuevas reglamentaciones, ellos habían aprendido a utilizarlas para sus propios fines. Pero para comprender el crecimiento de la corrupción administrativa en Rusia, hay que discernir entre dos tipos de privatización en este país.
Más arriba dijimos que la economía del período soviético implicaba el sector de exportación así como todo el resto. Justo las empresas que ganan las monedas fuertes al antiguo régimen que presentaban el gran precio disputado por las filas más altas del  nomenklatura. El beneficio que ellos buscaban consistía en una brecha entre el valor local del petróleo crudo y su valor en el extranjero así como en aumento de su exportación a costa del consumo en Rusia. Otros productos de base cuyo valor fue subestimado en la Unión Soviética, como la de los metales, siguieron el mismo camino en el extranjero. Fortificando la frontera entre el sector de exportación y de todo el resto, la economía rusa estaba adquiriendo los rasgos primordiales de una economía enclave: el país se dividió en mitades y no-mitades, y con este fraccionamiento se dio la huida de capitales nacionales en el extranjero y la dependencia de su bienestar de la situación en mercados exteriores.
El debilitamiento de los lazos entre ambos sectores hizo fragmentar el resto de la economía. Probando la penuria de las materias primas y bienes consumibles, muchas regiones resolvieron prohibir vender fuera de sus límites. De este hecho, ellos fundaron pequeños monopolios cuyos beneficios pudieron ser apropiados por los que los controlaban. Como es debido en la economía monopolizada, el aumento de un precio después de otro ponía en ejecución la espiral inflacionista. Cuando el Banco Central ruso intentaba controlarlo utilizando la contracción monetaria, las otras empresas exportadoras sintieron la estrangulación del crédito tan severa que las forzaba a practicar el trueque.
Este desarrollo tocó al fisco que podía reunir sólo una mezcla de los productos ofrecidos por empresas en lugar de los impuestos. Además, la incertidumbre de la transición influía sobre el presupuesto del Estado que sintió una caída profunda de las rentas fiscales (en forma monetaria) precipitando cortes presupuestarios. Era particularmente duro para los funcionarios que servían a la población general como médicos o profesores así como jubilados cuya renta real caía. Entonces, la calidad de los servicios médicos y educativos disminuyó mientras que el índice de mortalidad llameó.
Aunque se pueda identificar sólo una causalidad múltiple aquí, el informe presentado más arriba pone el dedo en el cambio del modo de propiedad que, siendo ampliada por el énfasis sobre el consumo privado, inició la ruptura del tejido social ruso con todas las repercusiones ulteriores. Cómo se podría hacer la reforma para minimizar los efectos perniciosos alcanzando sus objetivos al mismo tiempo, es de lo que vamos a hablar.

3. Unas estrategias alternativas que los reformistas rusos dejaron escapar
Si hay una sola lección de la transformación rusa para recordar, es la del peligro que la ruptura del tejido social presenta para el funcionamiento de la nación. La sociedad mantiene su estabilidad gracias a las normas que se desarrollan poco a poco asegurando su compatibilidad a largo plazo, y según las cuales los miembros coordinan sus actividades. Pues, una revisión radical o rápida del sistema puede estremecerlos incitando su perturbación.
Otro argumento a favor de una reforma progresiva tiene informe en la concordancia entre su velocidad y la facultad de la población para adaptarse a eso. Encontrándose en un medio desconocido, la gente se acostumbra a él desigualmente. Hay los que reaccionan rápidamente a las nuevas circunstancias y que, sin escrupulos se aprovechan de ello, los utilizaban a costa de la gente que continúa viviendo según las antiguas costumbres. Para ganar la confianza comunitaria, hace falta que la reforma comience desde tales cambios, los cuales son aceptables para el hogar promedio.
Según las encuestas sociológicas la mayoría de la población se interesa sólo por las necesidades locales que indican que éstos deban estar en la base de la reforma, con dos modos de obrar posibles. Si las demandas regionales son homogéneas y de este hecho comunes de todo el país, se atienden aplicando los reglamentos centrales. A este dominio pertenecen las demandas atadas al apoyo del orden público, a los cuidados médicos de base o a la enseñanza primaria. Otras exigencias públicas pueden estar satisfechas sobre el terreno porque no existe, por ejemplo, ninguna especialización regional en el mercado común que sea satisfactoria para todas las regiones.
Teóricamente, este arreglo es hasta más ventajoso gracias a dos argumentos. Primero, él introduce elementos de la competencia sin rivalidad entre los municipios igualmente a la que se observa entre los monopolios naturales en el sistema planificado.[5] En segundo lugar, la diversidad regional estimula la mudanza de los trabajadores y otros factores productivos mobiliarios hacia la plaza donde su utilización es la más eficaz. Sin embargo, la movilidad de la población no crece cuando el coste queda inadmisible para trasladar el trabajo y los fondos. Se hará frente a la fragmentación de un gran monopolio de Estado con pequeños monopolios locales.
La experiencia rusa pone de relieve la importancia de mantener el statu quo con respecto al control que ejercen los funcionarios y los gerentes sobre las empresas públicas. La reglamentación contradictoria puede enviarles señales falsas en particular en cuanto a la privatización eventual. Compartiendo el haz de los derechos asociados con la empresa, impedimos que la sociedad se zambulla en la lucha desastrosa todos contra todos. Por ejemplo, ofreciéndose el usufructo sobre establecimientos del Estado a los gerentes actuales, les incitamos a aumentar su rendimiento porque comparten sus beneficios industriales y comerciales. Si el derecho de vender los activos de las empresas falta a sus gerentes, no hay ninguna razón para que éstos comprometan la competencia sobre su propiedad, lo que cuesta caro a la sociedad. La partición de los derechos pone todo el valor de las inversiones efectuadas por la nación sobre la disposición de los miembros que tienen más el derecho de poseerlas como los jubilados.
La descentralización contemplada por la reforma descrita más arriba levanta la barra de la calidad de maquinaria administrativa. Concediéndoles a los funcionarios la toma de las decisiones más diversas, la reforma favorece las ocasiones para que ellos las aprovechen. Para contener la corrupción la teoría económica aconseja aumentar el salario de los funcionarios, pero esta solución podría fallar. Para neutralizar su tentación de tomar propinas, hay que separar su remuneración en dos partes, una en la que ellos ganarían al quedarse de buena fe hasta el fin de su carrera. Si el funcionario acumula el pago hipotecario pagado por el Estado, su despido causado por una prevaricación, ésta le desposeería la vivienda siempre que sería suministrada por el Estado, impediría la progresión de la corrupción. La segunda parte es una compensación regular usada para pagar los gastos del día a día.
La última lección de la reforma se refiere a la sutileza que las regiones deben mostrar empleando todos los recursos de su dominio. En la transición es habitual observar que muchos de los antiguos fondos capitales y la destreza de ciertos empleados quedan desempleados a largo plazo y hasta para siempre. A menudo encontramos un paro que proviene de las limitaciones de poder adquisitivo que prueban sus consumidores. En las economías locales de tales limitaciones son frecuentes los círculos en que el consumidor de un abastecedor es a su vez el abastecedor de alguien más, etcétera. Para reabrir estos círculos viciosos podríamos utilizar el intercambio de los bienes conocido bajo el nombre de trueque pero utilizado en un cierto sentido más general. He aquí la técnica probada en Rusia. Ciertas empresas que forman el núcleo de una economía local (como las redes eléctricas, de gas natural o de telecomunicación), si sus abastecedores tanto como sus clientes hacían frente al estrechamiento del crédito monetario, ellos se sirven de sus efectos de comercio como medios locales de pago. De este modo los efectos de comercio se hacían la moneda de una red de la que los miembros la utilizaban para las operaciones de clearing. Igualmente, los bancos establecidos por las administraciones regionales podían jugar el mismo papel circulando los billetes del fisco local que las empresas podrían pagar en lugar de impuestos.
Este estudio concierne sólo a los problemas del período transitorio, hay otros que se refieren a la reforma misma. Entre éstos resulta la elección de un nuevo modelo económico. La tendencia general entre los reformadores es seguir un modelo probado en otro lugar, la tendencia que los empuja a quedarse con las ideas obsoletas.   Allí pertenece el modelo del crecimiento económico favorecido por las exportaciones. El país que lo practica conseguiría cerrar la brecha con su copartícipe más próspero pero a costa de su identidad ya que debería adaptar su vida según las preferencias de su socio principal comercial. Haciendo esto, el país acepta los riesgos asociados con la economía de su importador, lo que descubrieron varias naciones. Por ejemplo, el derrumbamiento de la Unión Soviética influyó seriamente en la Finlandia que había adaptado su economía para servir las necesidades de su gran vecino. En consecuencia ella buscaba a otro copartícipe quien encontró en la Unión Europea, pero la aceptación de sus reglas, conocidos bajo el nombre del Acquis communautaires, le costaba caro. Pues, un país que no ambiciona tener su propio modo de vida haría mejor al buscar el patrocinio de una nación culturalmente próxima.
He aquí un bosquejo corto de la reforma rusa y sus consecuencias imprevistas. Aunque esto sea sólo un esbozo breve del gran acontecimiento que se celebraba de manera espectacular durante varios años, él sensibiliza al público en los problemas atados a la reforma de una economía planificada.


El autor, el doctor en ciencia económica, es economista principal del Ministerio de los recursos naturales de Canadá. El artículo gozó de las observaciones y de la corrección de Christian Martin-Llames y Enrique Acuña. Las opiniones expresados por el autor no representan necesariamente a los de su empleador. El correo electrónico para correspondencia es ivanenko60@yahoo.com
[1] Esta proposición es válida a condición de que la sociedad sea democrática. Bajo el régimen autoritario están las personas en el poder quienes determinan los objetivos perseguidas por los planificadores.
[2] Mire a Bolton y Farrell (1990), "Decentralization, Duplication and Delay" (Descentralización, duplicación y demora).
[3] Observando el acercamiento de los objetivos perseguidos por los gobiernos socialistas y capitalistas en los años 1960 el físico Andréi Sájarov, ganador del Premio Nóbel de la paz, concluyó que ambos sistemas estaban convergiendo.
[4] Encontramos con sus propios motivos la razón por la cual se atraían los dirigentes del país en esta competencia pero ¿ellos podrían proseguir otra carrera? Es interesante anotar que los ideólogos comunistas venían a una política alternativa del "hombre soviético" o sea aquello que se refiere a la formación de la persona para el que el bienestar público vale más que su consumo privado. Esta idea no es tan utópica como pensamos. Ciertos estudios sociológicos encuentran que la persona informa solamente un aumento débil de su felicidad después de haber alcanzado un nivel de consumo privado. Por ejemplo, Veenhoven (2004, gráfico 7), "Sustainable consumption and happiness" (El consumo duradero y la felicidad) muestra que el valor subjetivo de felicidad si es relaciondo al nivel de 15 millares de dólares americanos al año. Pues, el fracaso que bolchevikes sufrían fue debido claramente a la pobreza de la población rusa después de la revolución.
[5] Mire a Shleifer (1985) “A Theory of Yardstick Competition” (La teoría de la competencia por la medida).

Quelques leçons de la réforme économique russe qu’il faut éviter

Par Vlad Ivanenko
Cette version du 4 décembre 2010

Résumé : La réforme par laquelle la Russie est passée lors des années 1992-8 offre des leçons importantes qu’un autre pays avec l’économie planifiée, comme Cuba, devrait prendre en compte en remaniant son système économique. Dans cet article nous discuterons les causes principales de la réforme, examinerons les présomptions faites et leurs conséquences imprévues par les réformistes russes, et suggérerons quelques stratégies alternatives qui pourraient augmenter son efficacité.

SEVERAL NEGATIVE LESSONS FROM THE RUSSIAN ECONOMIC REFORM
Abstract: The Russian reform of 1992-8 offers important lessons that a country with a planned economy, like Cuba, should take into consideration when remaking its economic system. This paper discusses the main reasons for the reform, examines the assumptions made and their consequences unforeseen by the Russian reformists, and suggests several alternative strategies that could increase the efficiency of reform.

Classification JEL : P2

LES CAUSES PRINCIPALES DE LA REFORME RUSSE
Il y a un accord général que la situation dans laquelle l’Union soviétique se trouvait au déclin de sa vie a rendu indispensable une réforme économique. Pourtant, malgré des débats incessants à ce sujet, des économistes n’ont pas encore conclu quels facteurs l’avaient nécessité.
Il semble que des causes externes comme la défaite du pays dans la guerre froide ne présentent pas de raisons suffisantes qui expliqueraient le changement du système soviétique. Au contraire, il s’était préparé exprès à survivre dans un milieu adversaire et son économie pouvait fabriquer aisément des dispositifs de guerre. « Nous savons cuire des fusées comme des saucisses », aimait dire le leader soviétique Nikita Khrouchtchev en 1962. En revanche, le pays avait du mal à fabriquer des produits de consommation privée et c’est voilà.
En vertu de la définition, le but principal du socialisme est la satisfaction des besoins sociaux. Pour fournir des biens publics la société institue une agence centrale chargée d’effectuer les projets approuvés par l’électeur moyen.[1] Cette agence planifie la suite des tâches et alloue des ressources nécessaires pour les entreprises publiques. En précisant des besognes à l’avance, la société évite la perte des ressources dues à la duplication et du temps dû au délai incontournables dans une économie de marché.[2] Mais la stabilité inhérente au système planifié n'arrive pas sans coût : tel système est dépourvu de la sensibilité dont il a besoin pour réagir aux demandes spontanées des consommateurs privés.
Il y a un ample témoignage que l’Union soviétique a réussi en fournissant des biens publics tel que la défense nationale car l’armée soviétique était perçue comme une des meilleures au monde. Le pays affichait de bons systèmes de soins médicaux et d’éducation disponibles à toutes les couches de la population. Et, bien entendu, ses chercheurs des sciences fondamentales (par exemple, en exploration spatiale ou en physique nucléaire) produisaient des résultats qui ont gagné au pays une réputation mondiale.
L’écart entre la production des biens publics et des biens privés que l’URSS éprouvait ne posait pas d’embarras en soi-même à condition que sa population soutienne l’idée d’égalitarisme pour que son système économique maintienne la stabilité. Voilà un problème.
Depuis les premières journées après la révolution de 1917 ses partisans se heurtaient contre la nécessité de donner des incitations aux employés des entreprises nationalisées et aux fonctionnaires. Durant la guerre civile ils justifiaient les réquisitions des denrées et des produits industriels comme une mesure provisoire. La fin de la guerre en 1920 et, surtout, la révolte de Kronstadt en 1921 (pendant laquelle les marines rouges avaient mis en cause la raison des réquisitions) poussait le régime bolchevique à chercher un autre forme de la rémunération. Après un court flirt avec l’économie duale où les secteurs public et privé coexistaient, le gouvernement n’a trouvé une autre forme de récompense que sous la forme de biens matériels et services fournis par l’État. Inévitablement pour le système hiérarchique, cette décision réintroduisait l’inégalité dans le milieu social prévue comme une autre mesure « transitoire ». Dans cette perspective les épurations stalinistes ne présentaient qu’un mécanisme qui contenait la corruption parmi les rangs les plus hauts dans l’échelle et, par sa même brutalité, justifiait l’écart entre l’objectif d’égalité déposé par le parti communiste et l’accès privilégié aux consommables.
En ayant dénoncé « des abus du pouvoir » commit par Staline, sans le vouloir Khrouchtchev avait déclenché un processus entraînant à la légitimation de rémunération inégale. De cette façon la nomenklatura, ou les rangs hauts de la bureaucratie soviétique, gagnait le privilège de garder à vie la prestation préférable fourni par l’État selon leur niveau dans la hiérarchie administrative. Ensuite, l’idée de « dépasser les Etats-Unis en consommation privée » proposé par Khrouchtchev comme « révolutionnaire » au début des années 1960 était tombé sur un sol fertile : la nomenklatura réalisait qu’elle leur a donné un prétexte convenable pour améliorer leur propre vie.
Elevé au rang des objectifs étatistes, le but de grossir la consommation privée créait un conflit systémique dans l’économie socialiste. Étant dessinée pour produire des biens publics, celle-ci n’avait d’autres indicateurs pour mesurer la « satisfaction des consommateurs » que ceux de quantité. De ce fait les planificateurs soviétiques cherchaient des indices aux effets du fonctionnement des économies de ses concurrents à savoir quoi faire et, comme il faut pour les imitateurs, ils leur ont perdus.[3] Frustré, le gouvernement colmatait l’écart entre les plans et leur réalisation avec l’importation des articles consommables. En conséquence, à partir des années 1960 l’URSS développait la dépendance du commerce international où le pays occupait la place de fournisseur en matières premières comme en pétrole et, plus tard, en gaz naturel.
Quand Mikhaïl Gorbatchev est arrivé au pouvoir en 1985, le pays était déjà en train de se refaire. Son économie s’était dédoublée en parts servant le marché interne et le marché mondial. Sa nomenklatura, cette « fleur de la nation » russe, développait un penchant pour toutes les choses occidentales. Les employés désenchantés d’anciens idéaux socialistes ne s'opposaient plus aux changements. Il ne manquait que l’évènement final qui fasse basculer le pays vers la réforme. Il y en a eu deux. Premièrement, la chute des prix du pétrole dès 1986 a dépouillé l’État des moyens pour payer pour l’importation, aggravant la pénurie des denrées et des biens de grande consommation. Deuxièmement, « l’offensive charmante » par le président américain Ronald Reagan qui à l'improviste avait accordé en 1988 son soutien au programme de désarmement a rendu impertinent le puissant complexe militaro-industriel soviétique qui jusqu’alors avait bloqué des changements économiques.
Donc, on peut dire que c’est l’écart entre l’idée de l’égalité et la réalité de l’accès inégal à la consommation privée qui a amené l’Union soviétique, d’abord, à s'engager contre les pays du bloc atlantique dans une concurrence en matière de consommation privée et, après essuyant l’échec, de remplacer son système planifié avec celui d’un marché libre.[4]

LE DEROULEMENT DE LA REFORME RUSSE ET SES CONSEQUENCES IMPREVUES
C’était la situation où la Russie se trouvait en 1991. Se penchant sur la question « comment faire ? » les réformistes russes cherchaient l’avis de la communauté mondiale qu’ils ont aperçu dans l’ensemble des politiques connues sous le nom du Consensus de Washington. Puisque sa mise en œuvre précipitait la mutation profonde de tous les traits de la vie économique russe, il faut mettre en question les présomptions de cette théorie.
Le Consensus de Washington qui dominait la science économique au début des années 1990 a été développée par des créanciers mondiaux pour récupérer le plus tôt possible les prêts livrés aux pays en défaut. Cette politique comprenait dix principes qu’on a exigé des débiteurs de suivre s’ils voulaient obtenir un répit. Même si elle contenait l’augmentation des dépenses publiques vers des secteurs offrant un fort retour économique sur les investissements (comme soins médicaux de base, éducation primaire et dépenses d'infrastructure), elle mettait l’accent sur trois contraintes principales. D’abord, le gouvernement récepteur assumait de dérèglementer des marchés et de privatiser des entreprises publiques. Deuxièmement, il devait restreindre son rôle dans la vie économique. Notamment, le gouvernement s’engageait de ne pas contrôler commerce extérieur et taux d'intérêt. Finalement, il était obligé de maintenir une discipline budgétaire, c’est-à-dire ne pas dépenser plus que ses revenus y compris les nouveaux prêts.
Puisque le nouvel État, la Russie, au début de 1992 était prêt à tomber en faillite, il paraissait normal de lui appliquer les standards développés un peu avant pour les pays débiteurs latino-américains. De plus, on s’attendait à ce que le pays doive particulièrement profiter de cette politique en raison de la grande inefficacité supposée être accumulée dans son économie. Pourtant la réalité s’est trouvée en grande mesure écartée de l’attente de cette théorie libérale et c’est pourquoi.
Le libéralisme met l’accent sur l’individu comme la force primordiale de développement économique. Possédant des informations privées qui lui permet d’apercevoir les opportunités profitables les plus faibles ainsi qu’impuissant de les cacher après leur découverte, ce héros du système libéral laisse l’économie croître sans qu’elle devienne ultérieurement monopolisée. Pourtant cette vision suppose une économie qui n’offre que des bénéfices marginaux soient atteints.
C’est surprenant que les réformistes laissent passer l’incohérence de ce que l’inefficacité présumée d’être grosse rendait l’économie soviétique très différente de son homologue théorétique. Cette incohérence invalidait l’utilisation du modèle libéral en Russie, particulièrement, en ce qui concernait la privatisation des industries-clefs. Les réformistes auraient pu envisager que l’ampleur des occasions permettant de s’enrichir rapidement qu’offrait la privatisation, surtout celle du secteur d’exportation, y attirerait les groupes organisés au lieu des individus, y compris du monde criminel.
Malgré l’assertion que la Russie n’avait d’autre recours que la privatisation pour augmenter le rendement, il y en avait d’autres alternatives. Il aurait fallu noter que la croissance de productivité dépendait plus des incitations des employés que du mode de propriété pour leurs entreprises, le fait que découvraient les planificateurs soviétiques préalable. N’étant capable arranger que la production d’un assortiment limité, ils laissaient les entreprises sauf celles qu’ils considéraient les plus importantes (appartenant au complexe militaro-industriel ou aux exportateurs aux pays développés) organiser leurs affaires d’une manière qui leur convenait. Donc, de nombreuses entreprises soviétiques avaient un certain degré de liberté en choisissant leurs plans et leurs propres incitations avant que l’agence de planification soit dissoute en 1992.
La grande privatisation a suivi dans les années 1994-6 et pendant le période provisoire les anciens directeurs « rouges » avaient le temps de s’adapter à la nouvelle situation. Alors, ils contrôlaient leurs entreprises presque à volonté mais, en retour, l’État ne les protégeait plus contre des fonctionnaires chargés auparavant de les superviser, des élus locaux criblés de dettes publiques ainsi que tous les autres gens qui se réjouissaient de pêcher en eau trouble. Au fur et à mesure s’est manifesté la nouvelle structure de contrôle mais pas de propriété sur des entreprises russes. La manière obscure dont elle était développée montrait des traits qui étaient inhérents à une économie fracturée : la criminalisation de la vie économique, la corruption endémique et le déficit budgétaire qui a mené le pays au défaut souverain en 1998. Examinons-les un par un puisqu’ils ont grandi ensemble et ils hantent la Russie jusqu'ici.
D’abord, quand l’État laissait les entreprises fonctionner hors de son contrôle, c’était leurs flux monétaires (ainsi que la liquidation de leurs actifs) qui attiraient les concurrents pour le grand patrimoine soviétique. L’obscurité légale les favorisait. Les personnes en charge d’entreprises ont établi une double comptabilité. De nombreuses firmes enregistrées en locaux extraterritoriaux servaient d’intermédiaire à travers lesquels passaient les flux monétaires des entreprises toujours publiques. On pouvait observer régulièrement que les actifs les plus rentables étaient vendus aux sociétés d’une origine confuse pour une bouchée de pain. Telles tactiques permettaient aux personnes en charge de devenir les « nouveaux riches » russes (et de priver, en passant, l’État des ressources fiscales) mais, en revanche, ceci les exposaient au chantage par ceux qui étaient initiés à leurs secrets. L’ambiguïté situationnelle influençait des relations entre les entreprises. Faisant face à la dérogation répandue aux termes des contrats, les clients autant que des fournisseurs cherchaient les méthodes de régler leurs problèmes économiques de manière non officielle. La méfiance mutuelle créait la demande à laquelle, au bout du compte, le système de justice pénale russe a réagi en se dédoublant en parties officielle et illicite avec la frontière indécise entre les deux.
Les fonctionnaires avaient réalisé bientôt que c’était plus avantageux de servir leurs propres intérêts que ceux de l’État. Étant confus au début par les nouvelles réglementations, ils ont appris à les utiliser à leurs propres fins. Mais pour comprendre la croissance de la corruption administrative en Russie il faut discerner entre deux types de privatisation dans ce pays.
Ci-dessus on a dit que l’économie de la période soviétique comportait le secteur d’exportation et celui de tout le reste. C’était les entreprises gagnant les monnaies fortes à l’ancien régime qui présentaient le grand prix disputé par les rangs les plus hauts de la nomenklatura. Le bénéfice qu’ils cherchaient consistait en un écart entre la valeur locale et la valeur à l’étranger du pétrole brut ainsi qu’en augmentation de son exportation aux dépens de la consommation en Russie. D’autres produits de base dont la valeur était sous-estimée en Union soviétique, comme celle des métaux, ont suivi la piste battue. En fortifiant la frontière entre le secteur d’exportation et de tout le reste, l’économie russe était en train d’acquérir les traits primordiaux d’une économie enclavée : le pays fait de nantis et de démunis, la fuite des capitaux nationaux à l’étranger et la dépendance de son bien-être sur des marchés extérieurs.
L’affaiblissement des liens entre les deux secteurs a fait fragmenter le reste de l’économie. Éprouvant la pénurie des matières premières et consommables, bien des régions ont résolu d’interdire la vente des produits consommables hors de leurs limites. De ce fait, elles ont fondé des petits monopoles dont les bénéfices ont pu être appropriés par ceux qui les contrôlaient. Comme il faut dans l’économie monopolisée, l’augmentation d’un prix après l’autre mettait en œuvre la spirale inflationniste. Quand la Banque centrale russe essayait la contrôler en utilisant la contraction monétaire, les entreprises autres que des exportateurs ont éprouvé l’étranglement du crédit aussi sévère qu’il les contraignait à pratiquer le troc.
Ce développement a touché à même le fisc qui ne pouvait rassembler qu’un mélange des biens offerts par les entreprises au lieu des impôts. En outre, l’incertitude de la transition influençait le budget de l'Etat qui a éprouvé une chute profonde des revenus fiscaux (principalement en forme monétaire) en précipitant des coupures budgétaires. C’était particulièrement dur pour les fonctionnaires qui servaient la population générale comme des médecins ou des enseignants ainsi que des retraités dont le revenu réel tombait. Alors, la qualité des services médicaux et éducatifs a diminué tandis que le taux de mortalité a flambé.
Quoiqu’on identifie une causalité multiple ici, le compte rendu présenté ci-dessus montre du doigt le changement du mode de propriété qui, étant amplifiée par l’accent sur la consommation privée, a initié la déchirure du tissu social russe avec toutes les répercussions ultérieures. Comment on pourrait faire la réforme de manière à minimiser les effets pernicieux en atteignant ses objectifs, c’est ce dont nous allons discuter.

QUELQUES ALTERNATIVES QUE LES REFORMISTES RUSSES ONT LAISSE ECHAPPER
S’il y a une seule leçon de la transformation russe dont il faut se souvenir, c’est celle du danger que la déchirure du tissu social présente pour le fonctionnement de la nation. La société maintient sa stabilité grâce aux normes qui se développent au fur et à mesure en assurant leur compatibilité à long terme, et selon lesquelles les membres coordonnent leurs activités. Donc, un remaniement radical ou rapide du système peut les ébranler incitant son dérangement.
Un autre argument en faveur d’une réforme progressive a rapport à la concordance entre sa vitesse et la faculté de la population pour s’y adapter. En se trouvant dans un milieu inconnu, les gens s'y habituent inégalement. Il y a ceux qui réagissent vite aux novelles circonstances et qui, sans se faisant scrupule d’en profiter, les utilisaient aux dépens des gens qui continuent à vivre selon les anciennes mœurs. Pour épargner la confiance communautaire, il faut que la réforme débute par de tels changements qui sont acceptables par les ménages typiques.
Selon les enquêtes sociologiques une majorité de la population ne s’intéresse qu’aux besoins locaux indiquant que ceux-ci doivent être à la base de la réforme dont deux approches sont possibles. Les réclamations régionales étant homogènes et de ce fait communes à tout le pays, on les remplit en appliquant les règlements centraux. À ce domaine appartiennent les exigences liées au soutien de l’ordre public, aux soins médicaux de base ou à l’enseignement primaire. Les autres demandes publiques peuvent être satisfaites sur le terrain car il n’existe, par exemple, aucune spécialisation régionale dans le marché commun qui soit satisfaisante pour tous.
Théoriquement, cet arrangement est même plus avantageux grâce à deux arguments. D’abord, il introduit des éléments de la concurrence sans rivalité entre les communes pareillement à celle qu’on observe entre les monopoles naturels dans le système planifié.[5] Deuxièmement, la diversité régionale stimule le déménagement des travailleurs et des ressources mobiles vers la place où leur utilisation est la plus efficace. Pourtant, la mobilité de la population ne croît pas quand le coût reste inadmissible pour déménager le travail et les fonds. Sinon on fait face à la fragmentation d’un grand monopole d’État en rien d’autre qu’en petits monopoles locaux.
L’expérience russe met en relief l’importance de maintenir le statu quo à l’égard du contrôle qu’exercent les fonctionnaires et les gestionnaires sur les entreprises publiques. La réglementation contradictoire peut leur envoyer des faux signaux en particulier en ce qui concerne la privatisation éventuelle. En partageant le faisceau des droits associés avec la firme, on empêche la société de plonger dans la lutte désastreuse de tous contre tous. Par exemple, si on offre l’usufruit sur des établissements de l’État aux gestionnaires actuels, on les incite à augmenter leur rendement car ils partagent en leurs bénéfices industriels et commerciaux. Si le droit de vendre les actifs des entreprises manque à leurs gestionnaires, il n’y a aucune raison pour ceux-ci d’engager la concurrence sur leur propriété, ce qui coût chère à la société. La partition des droits met toute la valeur des investissements effectués par la nation auparavant à la disposition des membres qui ont plus du droit de les posséder comme les retraités.
La décentralisation envisagée par la réforme décrite ci-dessus relève la barre de la qualité de l’appareil administratif. En concédant aux fonctionnaires la prise des décisions plus diverses, la réforme agrandi les occasions pour eux d’en profiter. Pour contenir la corruption la théorie économique conseille d’augmenter le salaire des fonctionnaires, mais cette solution pourrait rater. Pour neutraliser leur tentation de toucher un pot-de-vin, il faut séparer leur rémunération en deux parties, l’une desquelles ils gagneraient à la condition de rester de bonne foi jusqu’à la fin de leur carrière. Si le fonctionnaire accumule le paiement hypothécaire versé par l’État, son licenciement causé par une prévarication, celle-ci le déposséderait du logement toujours fourni par l’État, empêchant la progression de la corruption.
La dernière leçon de la réforme porte sur la subtilité que les régions devraient montrer en employant toutes les ressources de leur domaine. Dans la transition c’est habituel d’observer que biens des anciens fonds capitaux et le savoir-faire de certains employés restent sans emploi à long terme sinon pour toujours. Souvent on trouve leur chômage provenant des limitations de pouvoir d'achat qu’éprouvent leurs consommateurs. Dans les économies locales de telles limitations sont fréquemment circulaires avec le consommateur d’un fournisseur étant à son tour le fournisseur de quelqu’un d’autre et cætera. Pour rouvrir ces cercles vicieux on pourrait utiliser l’échange des biens connu sous le nom de troc mais utilisé en un sens plus général. Voici la technique éprouvée en Russie. Certaines entreprises formant le noyau d’une économie locale (comme les réseaux électriques, de gaz naturel ou de télécommunication), si leurs fournisseurs autant que leurs clients faisaient face au resserrement du crédit monétaire, ils se sont servis de leurs effets de commerce comme moyens de paiement locaux. De cette façon les effets de commerce devenaient la monnaie d’un réseau dont les membres l’utilisaient pour les opérations de clearing. Pareillement, les banques établies par les administrations régionales pouvaient jouer le même rôle en circulant les billets d’impôt reporté issu par le fisc local.
Cette étude ne concerne que les problèmes de la période transitoire mais il y en a d’autres qui portent sur la réforme elle-même. Parmi ceux-ci ressort le choix d’un nouveau modèle économique. La tendance générale parmi les réformistes est de choisir ce qui a été éprouvé ailleurs et elle les pousse à suivre des idées obsolètes. Là appartient le modèle de la croissance économique tirée par les exportations. Le pays qui le pratique réussirait à combler l’écart avec son partenaire plus prospère mais aux dépens de son identité puisqu’il devrait adapter sa vie selon les préférences de son principal partenaire commercial. En faisant ça, le pays accepte les risques associés avec l’économie de son importateur, ce qu’ont découvert plusieurs nations. Par exemple, l’écroulement de l’Union soviétique a influé sérieusement sur la Finlande qui avait adapté son économie pour servir les besoins de son grand voisin. En conséquence elle cherchait un autre partenaire qu’elle a trouvé dans l’Union européenne, mais l’acceptation de ses règles, connus sous le nom de l’Acquis communautaire, lui coûtait cher. Donc, un pays qui n’ambitionne pas d’avoir sa propre démarche de vie ferait mieux de chercher le patronage d’une nation culturellement proche.
Voilà, un court aperçu de la réforme russe et ses conséquences imprévues. Bien que ceci ne soit qu’une esquisse brève du grand événement qui se déroulait de manière spectaculaire pendant plusieurs années, il sensibilise le public aux problèmes liés à la réforme d’une économie planifiée.

RÉFÉRENCES BIBLIOGRAPHIQUE
Bolton P., Farrell J. [1990], « Decentralization, Duplication and Delay, » Journal of Political Economy, 98, p. 803-26
Shleifer A. [1985], « A Theory of Yardstick Competition, » the RAND Journal of Economics, 16 (3), p. 319-327
Veenhoven R. [2004], « Sustainable consumption and happiness, » l’article présenté au atelier international « Driving forces and barriers to sustainable consumption, » University of Leeds, UK, 5-6 mars


L’auteur, docteur en science économique, est économiste principal du Ministère des ressources naturelles du Canada. Les opinions exprimées par l’auteur ne représentent pas nécessairement ceux du son employeur. L’article a bénéficié des remarques et de la correction de Christian Martin-Llames. Le courrier électronique pour correspondance est ivanenko60@yahoo.com
[1] Cette proposition est valide à condition que la société soit démocratique. Sous le régime autoritaire c’est les personnes au pouvoir qui déterminent les objectifs poursuivis par les planificateurs.
[2] Regardez Bolton, Farrell [1990].
[3] En observant l’approchement des objectifs poursuivis par les gouvernements socialiste et capitaliste dans les années 1960 le physicien Andrei Sakharov, gagnant du prix Nobel de la paix, a conclu que les deux systèmes étaient en train de converger.
[4] On trouve la raison pour laquelle les dirigeants du pays s’attiraient en cette concurrence à leur propres motifs mais est-ce qu’on pourrait prendre une autre voie ? C’est intéressant de noter que les idéologues communistes sont arrivés à une politique alternative de « l’homme soviétique » ou bien celle qui vise la formation de la personne pour qui le bien-être public vaut mieux que sa consommation privée. Cette idée n’est pas si bien utopique comme on pense. Certaines études sociologiques trouvent que la personne rapporte seulement une faible augmentation de son bonheur après avoir atteinte un niveau de consommation privée. Par exemple, Veenhoven [2004, graphique 7] montre que la valeur subjective de bonheur s'adouci à environ 15 milles dollars américains par année. Donc, l’échec que les bolcheviks ont essuyé ne semble dû qu’à la pauvreté de la population russe après la révolution.
[5] Regardez Shleifer [1985].

Услышано от чтеца-декламатора в подмосковном доме отдыха для рабочих в 1933 г.

В смирении молился я,
О, Боже мой, укрой меня,
От зла, насилия спаси,
Вдруг слышу голос с Небеси:

Коль хочешь спастись – спасайся сам,
А зря не прись к Небесам,
Могу ли я спасти тебя,
Коль скоро ваш весь род людской,
Давным давно забыл меня
И связи все порвал со Мной?

Наделал там себе богов,
Иеромонахов и попов,
Пророков разных, да святых,
Вы там и требуйте от них.

А я не вышел из ума,
Чтоб нос совать в ваши дела,
Вас там и черт не разберет
И не поймет, что кто поет.

Кто наглый плут, тот – человек,
Тому и слава, и почет,
А кто трудился целый век,
Тот – только палок себе ждет.

Кто злой тиран, тот – весь в звездах
И держит власть в своих руках.
Кого же надо мне спасать,
Не самому же к вам слезать?

Живите лучше вы одни
И коротайте ваши дни,
И не скверните мне Небес,
Пока и вправду к вам не слез
И поганою метлой
Я не погнал с земли домой.

(записано со слов слушательницы в 1999 г.)